En el espejo del mar
en una orilla caían
lagrimas de angustia
que una doncella sufría.
Tan bella y llorando
¿Quien lo diría?
Me acerqué
y pregunté,
ella apurada decía:
-Fuí presa por Zaide,
un dragon que tenía
siete cabezas horrendas
y una de ellas rarísima.
-Me persigue de lejos,
me da miedo su travesía.
-Es malo, cruel, horroroso.
-¿Qué mas cosas le diría?.
¡OH bella doncella!
¿Cómo te ayudaría?
Y la dama respondía...
-Atacando al dragón -dijo-
y así se moriría.
Que si es por solo ese monstruo
yo he de matarlo
y conseguiría
tu mano para casarme
y contigo viviría
feliz en este reino.
La princesa sonreía.
¡Bien gallardo jinete!
Si es todo lo que pides,
por favor mata al dragon
y así seremos felices.
El caballero salió al encuentro
de aquel enorme dragón
pues vencer a su enemigo
era su gran ilusion.
Nada tardó el jinete
en buscarlo en las afueras
y llamarlo por su nombre
insultándolo de fiera.
-¿Quien ruge como un león?
¡Pues vaya un mal educado!
-decía Zaide el dragon
enormemente enojado,
al oir el pregon
que le gritó enfadado
el caballero matón
que pretendía el reinado.
Preguntó al salir de su Cueva:
¿Quien eres Tú, jinete?
-¡Servidor de mi princesa!
-¡Vengo para vencerte
o te llevaré a la fuerza!
Piensas que voy a luchar, o
prefieres que te coma?
No soy un dragon vulgar.
-decía hablando en broma-.
El jinete confundido
al fin su duda aclaró.
Y después de hacerse amigos
juntos quedaron los dos.
Para ambos la princesa
solo quería un Señor
que demostrara su fuerza
y le rindiera su honor,
para ser amo en sus tierras
al dar muerte al dragón.
Nunca fies vuestra vida
al demostrar el Valor
tan solo porque otro
de sueños su vida llenó.
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